Lo que pasa después del retiro

JULIETA GONZÁLEZ

Sobre las presiones que se van y las frustraciones y los desafíos que aparecen cuando el jugador de fútbol se aleja de la cancha y no está preparado para colgar los botines.

El 23% de los jugadores de fútbol activos sufren trastornos del sueño, el 9% ha expresado que padece depresión y otro 7% ansiedad, según datos recabados por la FIFA en el marco de la campaña Reach Out. Estas cifras aumentan entre los futbolistas retirados: el 28% tiene problemas para dormir y la depresión y la ansiedad afectan, respectivamente, al 13% y 11%. Es a partir de estas cifras que vale la pena preguntarse: ¿qué les pasa a los jugadores cuando están por retirarse? ¿Qué se puede hacer para afrontar la situación? Para ellos, dejar de jugar al fútbol no es solo dejar un trabajo, sino que es también dejar una parte de su vida.

A pesar de que Uruguay es el tercer país de América Latina que más jugadores de fútbol vende al exterior, datos recabados por la Secretaría Nacional de Deportes indican que solo el 1% de los que empiezan en la sub-14 (la categoría más baja de la Asociación Uruguaya de Fútbol) logra debutar en primera división. En un contexto competitivo y cargado de presiones del ambiente, Gabriel Gutiérrez, psicólogo deportivo que trabajó en Wanderers, Nacional y la selección uruguaya, percibe que son dos los problemas principales que tiene el jugador: el hecho de dejar de estudiar y “la cantidad que logra salvarse y vivir de este deporte”, una cifra que no pudo detallar pero que entiende es mínima.

En esta misma línea, Damián Benchoam, psicólogo que trabaja en el Club Nacional de Football desde 2007, afirma que es fundamental hablar del “tema del retiro” con los jugadores para ir preparándolos. Destaca como lo más importante el trabajo previo, el mostrarles a los deportistas qué otras posibilidades existen más allá del fútbol. “Que sepan hacer algo más que les abra puertas”, explica.

Para un futbolista, retirarse implica un desapego. Deja de ir a entrenar todos los días, cambia su rutina, abandona el desafío que representa la competencia fin de semana tras fin de semana. Además, se difuminan los objetivos grupales y la preparación física; también se deja de compartir parte de la vida con compañeros con los que se convivía a diario. Benchoam comenta que el deportista pasa de enfocarse en uno mismo a tener otro rol cuando se retira. Entiende que su vida ya no gira en torno a su trabajo y esto le permite ocuparse de la familia o las tareas del hogar, por ejemplo. Se descubre en un papel que nunca le había tocado vivir.

Jesús Chalela es otro psicólogo deportivo con más de 20 años en la profesión. Ha trabajado con todos los actores del ambiente del fútbol: junto a técnicos como parte de sus equipos de trabajo, con árbitros, con la sociedad de psicólogos deportivos y con jugadores que le consultan de forma individual. Chalela entiende que la profesión de futbolista es la vocación que los jugadores eligen, por lo que necesitan acompañamiento profesional cuando toman la decisión de retirarse: “Hay que ayudarlos a pensar para que encuentren otra orientación de vida”.

Los tres profesionales coinciden en que los jugadores deben prepararse para un retiro que puede ocurrir en cualquier momento, de manera abrupta e inesperada y que, si no es así, ocurrirá a una edad mucho más temprana en comparación con otras carreras. En este sentido, resaltan el estudio como clave para atravesar esa despedida de la mejor manera posible. Los años de experiencia en el ambiente del fútbol le han mostrado a Benchoam que, acompañados por políticas sociales y programas institucionales, los clubes cada vez fomentan más la formación entre sus profesionales. Se resalta el programa Gol al Futuro, creado en 2009, que busca que la práctica del deporte no limite la continuación de los estudios. Datos publicados en diciembre de 2020 indican que el programa atiende a 3.907 varones de entre 13 y 19 años, de los cuales más del 90% estudian. En el año en que se creó, menos del 50% formaba parte del sistema educativo.

La decisión del retiro

Otro de los aspectos en los que Benchoam hace énfasis es en el riesgo que corren vinculado al retiro involuntario. Es lo que le pasó a Emiliano Alfaro, quien tuvo que dejar de jugar al fútbol por motivo de una lesión. “Me rompí el tendón de Aquiles, tuve dos cirugías para intentar recuperarme, pero no podía convivir más con el dolor”, dice el exdelantero.

Alfaro cuenta que vivió días en los que su cabeza “no paraba de pensar” sobre qué iba a pasar o cómo iba a seguir su vida. Agradece haber tenido el acompañamiento de sus amigos y familia para atravesar ese momento. El dolor de la lesión persiste hasta hoy, aunque puede manejar su auto y trasladarse para seguir yendo a Liverpool y dar una mano desde el lugar que le toca: está en el día a día con los jugadores del plantel principal y acompaña a los juveniles de formativas como referente de la institución. Benchoam explica que “el retiro puede ocurrir cualquier día, por eso se necesita el acompañamiento profesional y de la familia, porque es un proceso de redescubrirse para el deportista”.

No obstante, ese acompañamiento del que habla el psicólogo no se da en la mayoría de los casos, ya sea porque el club que no cuenta con un profesional en la plantilla de trabajo o porque los jugadores no acuden a uno de manera particular.

Están los que siguen jugando (aunque se sientan más afuera que adentro de la cancha), los que colgaron los botines y encontraron otro camino lejos del fútbol y los que dejaron de ser jugadores para ser técnicos. Algunos de estos últimos, en el mismo equipo que defendían: solo en la temporada de 2020 a 2021 se cuentan los casos de Julio Mozzo en Villa Española, Jorge Bava en Liverpool, Ignacio Pallas en Fénix, Nicolás Vigneri en Uruguay Montevideo.

Vigneri sabía que su retiro estaba próximo. A Uruguay Montevideo no le estaba yendo bien, pero él se sentía con ganas para jugar un tiempo más. Un mal arranque de campeonato, un curso de entrenador que ya estaba terminado y una reunión con los dirigentes le alcanzaron para ponerle fin a su etapa de jugador y pasar a ser entrenador. “Estuvo bueno porque no tuve tiempo para parar la cabeza”, dice, y explica que este nuevo cargo lo tiene ocupado todo el tiempo, le presenta el desafío de aprender y adaptarse a cumplir otro rol.

Emiliano y Nicolás supieron qué hacer cuando dejaron de jugar. Sin embargo, un informe hecho por la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales asegura que el 67% de los jugadores no sabe qué pasará con su vida cuando se retiren. En este sentido, el estudio destaca una pérdida de identidad, una sensación de vacío por poner fin a la carrera.

Estar preparado para el retiro implica saber qué alternativas existen. Para Benchoam, el jugador que no está preparado puede atravesar frustraciones cuando le toque colgar los botines. Señala que ese momento puede generarle mucha ansiedad. Por eso, “desde el día uno” les habla a los jugadores sobre qué hacer después de dejar el deporte y los alienta a estudiar. Entiende que con tener el liceo terminado ya son muchas las posibilidades que se abren para elegir. Y afirma, convencido: “Es una mentira que si estudiás, te va mal en el fútbol”. El psicólogo cuenta que años atrás existía la idea de que el jugador solo podía jugar al fútbol y no hacer nada más. Con el paso del tiempo, esta percepción cambió y se entiende que el dedicarse a otra cosa le permite al deportista concentrarse, enfocarse mejor en los objetivos deportivos y pensar de manera ordenada al momento de entrenar o estar en la cancha.

El retiro de los jugadores de fútbol es particular si se tiene en cuenta la edad en la que suele ocurrir. Mientras que la mayoría de las personas a los 35 o 40 años aspira a seguir desarrollándose profesionalmente y con cierta estabilidad, el futbolista comienza a esa edad a forjar o imaginar un nuevo camino desde el otro lado de la raya. Demasiados todavía lo hacen desde cero y con pocas herramientas para navegar la incertidumbre.

Mirá también

PODCAST: El día después